SEMBLANZA DE SIMÓN BOLÍVAR, SEGÚN SAN MARTÍN
SEMBLANZA DE SIMÓN BOLÍVAR, SEGÚN SAN MARTÍN
“No he visto al general Bolívar sino durante tres días,
cuando estuve con él en Guayaquil; por lo tanto, y en un tiempo tan corto, si
no me fue imposible por lo menos me resultó difícil apreciar con exactitud a un
hombre, que a primera vista no predisponía en su favor. Sea como fuere, he aquí
la idea que me formé según mis propias observaciones y las de algunas personas
imparciales que vivieron con él en su intimidad.
El General Bolívar demostraba tener mucho orgullo, lo que
parecía en contradicción con su costumbre de no mirar nunca de frente a la
persona que lo hablaba, a menos que fuese muy inferior a él. Pude convencerme
de su falta de franqueza en las conferencias que tuve con él en Guayaquil,
porque no respondió de modo positivo a mis proposiciones sino siempre en
términos evasivos. El tono que usaba con sus generales era en extremo altanero
y poco apropiado para conciliar su afecto. Advertí también, y él mismo me lo
dijo, que los oficiales ingleses que servían en su ejército eran quienes le
merecían más confianza. Por lo demás, sus maneras eran distinguidas y revelaban
la buena educación que había recibido.
Su lenguaje era en ocasiones un poco trivial, pero me pareció
que este defecto no era natural en él y quería, de esa manera, darse un aire
más militar. La opinión pública lo acusaba de una desmedida ambición y de una
sed ardiente de mando, y él se ha encargado de justificar plenamente ese
reproche. Se le atribuía también un gran desinterés, y esto con justicia porque
ha muerto en la indigencia.
Bolívar era muy familiar con el soldado y le permitía
licencias no autorizadas por las leyes militares, pero lo era muy poco con sus
oficiales, a los que a menudo trataba de manera humillante.
En cuanto a los hechos militares de este general, puede
decirse que le han merecido, y con razón, ser considerado como el hombre más
asombroso que haya producido la América del Sur. Lo que le caracteriza por
sobre todo y forma, por así decirlo, su sello especial, es una constancia a
toda prueba, que se endurecía contra las dificultades, sin dejarse jamás abatir
por ellas, por grandes que fueran los peligros a que se hubiera arrojado su
espíritu ardiente”.
Referencia: Transcrito por Busaniche, obra citada.,
pp. 113, 114, de Gabriel Lafond, “Voyages autour du monde et naufrages célébres”,
Paris, 1844. Tomado de Uribe White, E., obra citada, p. 22.
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