LOS OTROS

LOS OTROS

“Papá Maco” llevaba un buen rato apostado sobre una roca dominando las alturas, oteando con unos binoculares al pueblecito que se podía apreciar al fondo del estrecho valle; el frío calaba profundamente en los huesos del joven teniente a pesar de que estaba abrigado con un par de camisetas, el suéter reglamentario del batallón antisubversivo y un anorak que le cubría hasta las caderas – muy antimimético para la zona, dicho sea de paso, pues su color verde petróleo destacaba sobre el gris de las peñas durante las mañanas - . Su aliento salía acanalado hacia el aire iluminado por esa luna ictérica y empañaba constantemente los vidrios de los prismáticos, por lo que periódicamente debía de limpiarlos con su dedo que el guante volvía exageradamente rechoncho.

Papá Maco después de pasear una mirada por el pueblo lenta y metódicamente con los gemelos, decidió que era suficiente de estar de vigía y que ya era hora de ser reemplazado por algunos de sus soldados.

Estaba por llamar a uno de sus subordinados, cuando creyó ver a una sombra que se escabullía entre los roquedales, cerca de la periferia del pueblo; la sola idea de vislumbrar a un potencial enemigo puso en alerta todos sus sentidos de guerrero, y como si fuera un felino dispuesto a abalanzarse sobre su presa, alargó en toda su longitud a su escuálido cuerpo y empequeñeció innecesariamente los ojos, en tanto que una media sonrisa se dibujaba en su rostro frunciendo la cicatriz que cruzaba su mejilla derecha y partía por la mitad su puente nasal…llevó los binoculares a su cara y carcajeó quedamente, pues había identificado a su objetivo.

-          Lucho…Lucho – susurró el teniente - …despierta a la gente sin hacer ruido…tenemos a unos “turrucos” merodeando por el pueblo.

Lucho, un parco y fornido cabo re-enganchado que estaba apostado cerca de Papá Maco, obedeció sin chistar la orden y se fue deslizando hacia la ladera del cerro cuya geografía había formado una larga oquedad y un parapeto natural, ideal para la defensa, se arrastró suavemente y fue despertando uno por uno a los ocho hombres que estaban disfrutando de un merecido sueño, en tanto que los dos hombres restantes que completaban el pelotón, se encontraban custodiando a un prisionero que estaba tendido de costado y fuertemente atado, se pusieron alerta al escuchar el ruido que producía el reptar de un cuerpo contra el cascajo, pero al distinguir la maciza figura de Luis, se tranquilizaron y siguieron con lo suyo. Poco a poco los soldados tomaron sus posiciones estratégicamente, sin necesidad de una orden.

-          “Lucas” …Lucas…- inquirió el teniente - ven flaco…trae lo tuyo…

El llamado Lucas, un joven sargento liberteño con fama de diestro e imbatible tirador, se acercó a un par de metros de su jefe.

-          Lucas…hacia esos roquedales… ¿Los ves? Son siete y se están acercado de a pocos… ¿Ya diste con ellos?

-          Sí mi teniente... los tengo en la mira…Usted dirá…

-          Apunta en el “coco” al de al frente, que debe ser el jefe… ¿Lo tienes?

-          Sí, sí…lo tengo en la mira teniente…

-          Abre fuego en uno…dos… ¡ahora!

Un seco ruido turbó la paz de la noche, haciendo que algunas aves que anidaban en las laderas graznaran asustadas y levantaran vuelo.

-          ¡Puta madre flaco…fallaste huevon…no le diste ni mierda!

-          ¡Sí le di teniente…estoy seguro…!

-          ¡Ya se dieron cuenta los terrucos carajo…todos disparen a discreción… fueeeeeegoooo… fuegoooo…quémenlos a todos…quémenlooooos…!

Todo el pelotón comenzó a disparar a diestra y siniestra hacia las figuras que se aproximaban sin protegerse, mientras que de uno de los ángulos del parapeto comenzó a tabletear la ametralladora pesada, regando sus proyectiles sobre la ladera, sobre las figuras, entre las figuras, a través de las figuras, levantando unas enormes polvaredas y esquirlas que chispeaban en lo lóbrego de la noche.

-          ¡Alto el fuego…dije alto el fuego mierdas! …vamos a ver…

Despejada la humareda, se pudo apreciar a las mismas figuras en su lento e inexorable avance hacia el pelotón de soldados.

-          ¿No les dimos a ninguno? ¿Qué chuccha pasa aquí? ¡Seguro tienen chalecos antibalas los terrucos…José, trae el prisionero! … ¡Ven aquí huevón! ...dime… ¿Tus amiguitos qué están usando? ¿Ah? ¡Habla que te quemo ahorita mismo!

-          No lo sé, no lo sé jefecito…se lo juro por Diosito que no lo sé, no son mi gente, le juro que no son mi gente – respondió gimoteando el terrorista hecho un ovillo – nosotros hace una semana también los hemos visto, pensábamos que eran soldados como ustedes y les tendimos una emboscada y les dimos con todo lo que teníamos, pero nada…no les hicimos nada…y mis compañeros uno a uno fueron desapareciendo cada noche y al día siguiente les encontrábamos con los ojos enormemente abiertos, la cara deformada y botando espuma por la boca…se lo juro por mi madrecita jefe…vámonos mejor…vámonos jefe…ustedes me capturaron porque yo estaba huyendo de ellos…vamos jefecito…no sea malito y vámonos de aquí, hágalo por su madrecita…

-          ¡Calla indio huevon! …vienes con huevadas conmigo… ¡Raúl, Raúl…trame el RPG…cárgalo con la “papaya”! …dame eso que yo me los voy a soplar a esos serranos de mierda…ajá…eso es…ahora van a ver esos terrucos de mierda...

El enfurecido teniente portando un lanzacohetes sobre el hombro derecho, se puso de pie sobre la peña y disparó la granada hacia el pequeño grupo de figuras que ahora eran fácilmente visibles en sus fisonomías, a la acción del gatillamiento del arma se acompañó de un sonido similar al descorchamiento de una botella de champaña, siguiéndole a la acción una densa humareda que salió por ambas bocas del tubo portátil. La noche se iluminó por efectos de la explosión a unos cincuenta metros, mientras que Papá Maco, exultante, lanzó un rugido prolongado de euforia y adrenalina...pero a los pocos segundos, su algarabía se truncó por el silencio…una densa neblina fosforescente rodeó sus piernas…Papá Maco hizo intento de moverse, mas no pudo hacerlo, estaba como clavado en el suelo…se cogió los muslos desesperadamente y trató de zafarse, pero sus esfuerzos eran inútiles, de pronto una mueca de horror se dibujó en su rostro ahogando un grito que no se llegó a concretar…y cayó fulminado cogiéndose el pecho…

El terrorista comenzó a gritar desaforado y el pánico se hizo general en las filas de los soldados, quienes cogiendo como podían sus armas, comenzaron a huir por la ladera contraria de donde estaban las figuras extrañas.

Al día siguiente, al regresar, encontraron el cadáver del teniente, con los ojos queriéndoseles salir de sus órbitas, la boca exageradamente abierta en un rictus de terror, mientras que sus labios ahora azulados, estaban manchados por una saliva espesa y espumosa. Mientras construían una improvisada camilla que les permitiría transportar los restos del teniente, escucharon un gimoteo familiar…y recordaron que había abandonado al terrorista atado y escondido en una de los terraplenes…al acercársele, le encontraron en la misma posición donde la habían dejado, acuclillado, tenía el pelo completamente encanecido y apelmazado de sudor, la mirada perdida y en una actitud de enajenamiento, repetía monocorde una letanía:


-          No son los suyos ni los míos…son los otros…son los demonios…

Comentarios

Entradas populares de este blog

COMIDA ACABADA, AMISTAD TERMINADA (ANÉCDOTA DE FRANCISCO DE CARBAJAL, EL “DEMONIO DE LOS ANDES”)

Alférez peruano capturó Arica: “VENGO A IZAR LA BANDERA” (1971). PERCY ZAPATA MENDO.

Los duendes del Cuzco